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CONCIERTO PARA PIANO Y ORQUESTA (SCHÖNBERG)


Arnold Schönberg, (Viena, 1874-Los Ángeles, 1951), fue un compositor y pintor austríaco, nacionalizado estadounidense. Su vida y su obra se vieron siempre rodeadas de polémica. Compositor y pedagogo –sus alumnos Alban Berg y Anton von Webern ocupan un lugar de privilegio en la historia de la música– , fue una figura capital en la evolución de la música durante el siglo XX, aunque chocó con la incomprensión del público y la crítica de su época, poco dispuestos a aceptar la ruptura con el sistema tonal que su obra representaba.
Sin embargo, es importante señalar que Schönberg nunca se consideró a sí mismo como un revolucionario, sino más bien como un eslabón más en una tradición musical que se remonta hasta Bach. El dodecafonismo, en este sentido, más que el fin de la tonalidad, suponía el intento de sistematización de un nuevo método que permitiera superar sus contradicciones.
Hijo de una familia de origen judío, Schönberg se inició en la música de forma autodidacta. Las únicas lecciones que recibió en su vida se las dio el compositor Alexander von Zemlinsky, quien en 1901 se convirtió en su cuñado. Su impecable técnica fue fruto de una innegable capacidad innata y del estudio constante de la obra de los grandes maestros de la tradición germánica, desde Bach hasta Mahler, músico éste con el que mantuvo un estrecho contacto, no exento, por cierto, de tensiones.
De 1899 data su primera obra maestra, el sexteto de cuerda Noche transfigurada, acabada expresión de la estética posromántica de moda entonces. Pronto, sin embargo, su propia evolución le condujo a la conclusión de que el tradicional sistema armónico tonal se sustentaba sobre una falacia: desde el Tristán e Isolda wagneriano, los principios que definían el concepto de tonalidad se hallaban en crisis, ya que la generalidad de compositores empleaba una armonía en la que la disonancia, la excepción a la regla, no encontraba una resolución inmediata.
Schönberg se propuso entonces buscar un sistema en el que la disonancia quedara emancipada, de modo que todas las notas tuvieran idéntico valor, sin estar sometidas a un centro tonal. La Sinfonía de cámara núm. 1 y el Cuarteto de cuerda núm. 2 inician el camino hacia lo que se ha dado en llamar la etapa expresionista, o atonal, del maestro. Los monodramas Erwartung y La mano feliz, las Cinco piezas para orquesta y el ciclo de veintiún «melodramas» Pierrot lunaire son las obras más representativas de este período, durante el cual el músico llevó a cabo también una importante labor pictórica, junto a la música, su otra gran afición.
El escándalo suscitado en el estreno de la última partitura mencionada, en Berlín en 1912, fue uno de los mayores que se recuerdan en los anales de la música contemporánea. No por ello Schönberg cejó en sus investigaciones: su preocupación por hallar una técnica que ofreciera suficientes garantías de organización interna y libertad creativa y que, al mismo tiempo, superara las limitaciones de la atonalidad, le llevó a la promulgación del «método de composición con doce sonidos», por primera vez en 1923 en la quinta de las Cinco piezas para piano Op. 23 y, en 1924y de manera definitiva, en la Suite para piano Op. 25.
Con este sistema, el músico compuso algunas de sus obras más importantes, como las Variaciones para orquesta, la ópera cómica en un acto De hoy a mañana o la bíblica Moisés y Aarón, sin lugar a dudas una de sus partituras más ambiciosas, que quedó inconclusa a su muerte.
La ascensión de Hitler al poder en 1933 privó a Schönberg de su cargo como profesor en la Academia Prusiana de las Artes de Berlín, a cuya plantilla pertenecía desde 1925, y, además, le obligó, por su doble condición de judío y compositor «moderno», a tomar el camino del exilio. Estados Unidos fue su destino. Fijada su residencia en Los Ángeles, allí continuó con su actividad docente hasta prácticamente el fin de sus días.
El Concierto para Piano fue terminado el 30 de diciembre de 1942. Edward Steuermann fue el pianista que tocó en el estreno y Leopold Stokowski dirigió la Orquesta Sinfónica de la NBC, en Nueva York, el 06 de febrero de 1944. El Concierto para Piano es uno de los ejemplos más accesibles del estilo dodecafónico de Schoenberg. El hecho de que la obra esté escrita utilizando literalmente el método dodecafónico no hace ninguna diferencia para el oyente medio. La hermosísima música de Schoenberg no merece ser condenada por motivos que poco tienen que ver con la forma en la que suena y que, además, son falsos.
El Concierto para Piano es uno de los ejemplos más accesibles del estilo dodecafónico de Schoenberg. El hecho de que la obra esté escrita utilizando literalmente el método dodecafónico no hace ninguna diferencia para el oyente medio. Se ha escrito tanta información errónea acerca del "sistema" de composición de Schoenberg, sin embargo, que es necesario aclarar el ambiente mencionando algunas cosas que sí es y otras que no es la música dodecafónica. La hermosísima música de Schoenberg no merece ser condenada por motivos que poco tienen que ver con la forma en la que suena y que, además, son falsos.
La música dodecafónica no es música matemática. No es música cerebral. No es música compuesta automáticamente ni por ningún otro medio que no sea el talento musical y la expresividad emocional del compositor. El uso de la serie dodecafónica no garantiza nada y es muy poco lo que impide, pero lo que hace es posibilitar nuevos grados y clases de unidad.
Una serie es un ordenamiento especial de las doce notas de la escala cromática. Schoenberg elegía una serie para cada composición y se ajustaba a esa serie -más las transformaciones básicas de la misma (como por ejemplo, tocarla hacia atrás, de arriba hacia abajo, o en una transposición ascendente o descendente)- en toda la obra. Las melodías pueden surgir de exposiciones de la serie como sucesión de notas. Las armonías pueden provenir de la ejecución de notas adyacentes de la serie simultáneamente y/o tocando dos o más formas de la serie a la vez. Por lo general, la serie no se oye directamente. Su sonido especial más bien da color a la naturaleza de las melodías y las armonías, de manera que los distintos temas tienen características básicas en común. Como los segmentos diferentes de una serie pueden ser repetidos libremente, no es verdad (a pesar de las afirmaciones en contrario de los críticos ignorantes) que tengamos que oír las otras once notas antes de que se pueda repetir una nota. Una serie no es un tema, ni una melodía, ni una secuencia de acordes, ni una forma. Pero, efectivamente, influye sobre todos estos elementos básicos de la expresión musica.
Sin embargo, esta música no es fácil de escuchar, por varios motivos:
1) El prejuicio contra el incomprendido método dodecafónico es solamente una razón.
2) La música de Schoenberg es también implacablemente tensa. No se trata sólo de que sus disonancias no tengan resolución. En la técnica dodecafónica cada nota es importante (aunque no lo sean por igual, como se afirma a veces). Como cada una de las notas pertenece por lo menos a una forma de la serie, ninguna de ellas es puramente ornamental y el resultado es una intensidad casi insoportable.
3) Además, ninguna de las doce notas está ausente durante demasiado tiempo, puesto que cada transformación de una serie es simplemente un reordenamiento de las mismas doce notas. De ahí que la intensidad jamás ceda totalmente.
4) El factor más importante que hace difícil esta música, paradójicamente, es su conservadurismo. Las formas, los ritmos y las frases sugieren la música romántica tardía. No es imposible escuchar el espíritu de Brahms revoloteando en esta música. Pero las armonías no se comportan en la forma que lo hacen los acordes brahmsianos: no tienen resolución. Los gestos sugieren un tipo de resolución que raramente es producido por las armonías, y el resultado es más desestabilizador que en la música más radical, que ni siquiera sugiere los procedimientos tradicionales. Para el oyente es un esfuerzo dejar de esperar que los gestos brahmsianos se comporten tonalmente.
Estos cuatro factores convierten el Concierto para Piano de Schoenberg en un desafío. Sin embargo, estos factores no tienen mucha relación directa con el sistema dodecafónico. La música tonal del compositor desde los principios de su carrera y también en las postrimerías de la misma (la pieza inmediatamente posterior al Concierto para Piano, por ejemplo, es un conjunto de variaciones en Sol menor), no es muy diferente de su música dodecafónica. Presenta los mismos desafíos, la misma intensidad implacable, las mismas exigencias para el oyente. Escuchar esta música requiere un esfuerzo, un esfuerzo que es más que recompensado. Sin embargo, no es la única música que requiere esfuerzo: también hubo largos períodos de incomprensión antes de que las audiencias aprendieran a apreciar a Mahler o a Ivés o al Beethoven de las últimas épocas. Hemos aprendido a amar esa música y deberíamos aprender también a amar la música dodecafónica sumamente emotiva de Arnold Schoenberg.