domingo

SINFONIA Nº 9 "LA GRANDE" (SCHUBERT)


En el siglo XIX comenzó una decantación de la creación hacia el medio sinfónico. La orquesta asimiló las cualidades de la nueva sociedad industrial y los ideales democráticos. Su base está conformada por las masas sonoras de las cuerdas (bloques de primeros y segundos violines, de violas y de violoncellos), apoyadas por otros subconjuntos especializados, como los vientos y la percusión. Y sobre todos, el director como figura central, a cuyos movimientos de manos y brazos corresponden el tempo y la expresión general. Las orquestas se hicieron profesionales y trabajaron en ensayos. Aumentaron las exigencias de interpretación y los pasajes solistas en los que expresarse individualmente. El lenguaje orquestal se enriqueció y complejizó, con un despliegue inédito de timbres y matices sonoros, de efectos de conjunto y de un enorme potencial dinámico. El fenómeno implicó una democratización del concierto público, ya que el medio orquestal se prestó a audiciones masivas.
La única sinfonía que Schubert completó en sus diez años postreros, tras un torrente de producciones de juventud, fue La Grande. Junto a la Novena de Beethoven y la Sinfonía Fantástica de Berlioz, constituye uno de los pináculos de la tercera década del XIX, aunque supone una tentativa radicalmente distinta a las mencionadas por su mayor apego a la tradición. Tanto es así que B. Newbould la ha llamado "la última gran sinfonía del Clasicismo". Por ello, la obra se ha convertido un foco de saber ineludible sobre Schubert desde los años setenta. La frase de Schumann que reproducíamos al principio, es portada por la musicología reciente como un estandarte, multiplicándose así los estudios centrados en el análisis de la partitura autógrafa que intentan dar orientaciones de cara a su interpretación musical.
Contrastando con la fuerza derrochadora y desbordante del Allegro, el Andante con moto está escrito en La m (relativo menor de Do M) con un lirismo sutil. Este carácter hace que nos enamoremos de la sinfonía, como afirma Justo Romero, "y la coloquemos entre las preferidas". El tema del oboe se construye sobre una base rítmica, a modo de prefacio, de los cellos y contrabajos y concluye con una corta frase en modo mayor repetida por los clarinetes y oboes. La cuerda dialoga con la madera pero ambas son interrumpidas por las trompas y fagotes que introducen, en notas tenidas, un nuevo episodio en Fa M, mientras que los vientos y la cuerda entonan una melodía transparente y ensoñadora. Los toques de las trompas resuenan como al principio con el episodio de la Introducción, ahora más enérgico que nunca y con diversas variaciones. Se reanuda la marcha imparable hasta que el clímax del movimiento, un acorde de séptima disminuida, cataclismo de gran intensidad, es literalmente barrido por un silencio dramático de compás y medio que detiene todo en un "flash de iluminación". Comienza un pizzicato callado, que cambia la armonía hacia una nueva dirección. Los cellos y oboes protagonizan este episodio que concluirá en La M. Las insinuaciones son ahora menos elocuentes: el suave y apacible segundo grupo temático se dispone en una textura a tres partes, con un libre movimiento de contrapuntos y pizzicatos. Poco a poco todo se irá desvaneciendo, apareciendo en la coda el tema inicial cuya frase conclusiva sonará por vez primera en menor, a lo que se une el paro del pulso de marcha que sustentaba todo este Andante con moto.



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